martes, 15 de febrero de 2011

OPORTUNIDADES

Tengo muchas veces la sensación de equivocarme una y otra vez con las personas. No con todas, menos mal, pero si con algunas. Y aunque muchas veces tengo la certeza de que eso es así, vuelvo a dar oportunidades a quien quizá no debería darsela.

Puede parecer una tontería pero es algo que ocupa mi pensamiento algunas veces. El hecho de cerrar las oportunidades, de aprender, de tomar toda la experiencia reunida para actuar y para poner una barrera que no deje que nada del exterior perturbe lo que tengo en el interior.

Y es que hay personas que, aunque me resulte sorprendente aceptarlo, desean que las cosas vayan mal. Y lo desean por envidia, y lo desean por posesión, y lo desean con ansia. Con tanta ansia que mucha veces se les ve demasiado, tanto que me cuesta aceptar que la gente pueda llegar a ser así.

Sinceridad, honestidad, claridad de sentimientos, generosidad,apoyo a lo que se quiere sin querer poseerlo son definiciones que no encajan en el día a día de estas personas que lo único que quieren es lo que anhelan sin importarles el cómo, el cuando, el donde ni a quien se tienen que llevar por delante.

Alimentar los embrollos, echar suciedad, toda la que se pueda y más, intoxicar sin miramientos y dejar atrás todo atisbo de ideal de amistad. Una pena, una verdadera pena que me golpea en la cara cuando me meto de lleno en otro intento de conceder oportunidades.

Y las concedo porque casi siempre dejo a un lado mis propios sentimientos para dar cabida a los de los demás aún cuando no se lo merezcan. Y aunque nadie es nadie para decir quien se merece que, me despido diciendo que las personas egoistas y envidiosas, que mal meten y son una simple fachada de cara al exterior con un interior totalmente diferente, no se merecen nada.

Me aplico la lección y para la próxima espero no haberla olvidado o por lo menos, saber ponerla en práctica.

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